Bici
navego al filo de las banquetas
Sudando maquinaria
Asfalto y piel.
Sobre los pedales me deslizo
A bordo del aire;
En el equilibrio perfecto
del hombre y el acero.
Los pies jamás tocan el suelo.
Entre los faroles apagados
Y semáforos que me guiñan
un rojo
lanzo mi voz al smog
a improvisar entre la sinfonía
del claxon y los motores.
Por el mínimo espacio que la ciudad conceda
mi paso toma forma líquida
se escurre esquivando las grietas
y al azul rojizo de las noches
a toda (p)risa
Toda la calle es atajo
Mi cuerpo habla el idioma
de la velocidad.
*escribí esto en el taller de Martha Mega, nuestra santa patrona del poema apocalíptico.
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